Salió de Venezuela buscando una oportunidad y la encontró en Riohacha. Desde su perspectiva como gay y profesional, considera que el respeto mutuo es la base del entendimiento y el desarrollo integral.

Rafael Sifontes es un joven inmigrante venezolano que llegó a Riohacha (Colombia) hace dos años. Llegó con muchas ilusiones y la esperanza de lograr todas sus metas personales y profesionales que ya no podía alcanzar en su país. Pero antes de llegar a tierras colombianas ya había aprendido varias lecciones de vida que le han ayudado en su crecimiento personal.

Rafael tiene 29 años, nació en Maracaibo y estudió dos carreras universitarias: Diseño Gráfico y Publicidad y Relaciones Públicas. Desde los 19 años comenzó a trabajar, con ganas de “comerse al mundo”, pero al principio tuvo que lidiar con la presión de ceder ante los estereotipos para poder encajar en su mundo profesional.

Luego de trabajar para un periódico de la Iglesia católica, Rafael tuvo una grandiosa oportunidad: trabajar en una prestigiosa revista de su ciudad natal, sin embargo, tanto el estatus de dicha empresa como el ambiente laboral lo empujaron a llevar una vida de estereotipos.

“Yo usaba cabello largo y tuve que cortármelo, me vestía de forma casual y cambié mi guardarropa por otro más elegante, no participaba en ciertas conversaciones y tenía que reservar mis opiniones. Poco a poco fui dejando de ser yo para convertirme en lo que los demás querían que fuese. Dejaba de ser auténtico por vivir una vida que no era la mía”, dijo Rafael.

Durante ese tiempo no sufrió de ningún hecho discriminatorio por su homosexualidad, no obstante, un día Rafael decidió abandonar la empresa para continuar con sus metas, y fue entonces cuando aparecieron los comentarios alusivos a su sexualidad. Aunque Rafael no le dio importancia a aquel episodio incómodo, comprendió que debía abandonar aquel mundo tóxico y trazar su propio emprendimiento junto con su madre: una línea de camisas masculinas.

Crisis y cambio de ruta

En 2016 comenzó a sentirse fuertemente la crisis económica en Venezuela, dando inicio a un éxodo masivo de venezolanos. Su hermano emigró y varios de sus amigos también. Rafael cayó en una crisis depresiva que lo afectó mucho. El detonante fue la serie de apagones nacionales que azotaron a Venezuela durante varias semanas de 2019, además de dos meses sin servicio de agua potable en la urbanización donde vivía.

Rafael recuerda aquellos días de decisiones importantes: “Ya me estaban animando a emigrar hacia Colombia, específicamente a Riohacha. Unos amigos me hablaron de sus playas, su clima muy parecido a Maracaibo, su gente y las grandes oportunidades de emprendimiento. Visité a Riohacha por unos días y me enamoré de ella, luego me devolví a Maracaibo hasta que mi madre se decidió y nos vinimos los dos. Al poco tiempo comencé a trabajar, luego mi madre y yo le dimos forma a nuestra empresa de camisas y así fuimos estableciéndonos. Además, aquí en Riohacha no he sufrido discriminación por ser gay. Afortunadamente nos ha ido muy bien”.

En la actualidad, Rafael hace “de todo un poco”: es fotógrafo profesional, diseñador gráfico, realizador visual, confecciona sus camisas y hasta ha trabajado en proyectos humanitarios de reconocidas organizaciones internacionales de Colombia.

El respeto y la autovaloración

Desde su perspectiva como joven profesional exitoso, y miembro de la sexodiversidad, Rafael valora mucho el respeto y la autovaloración, y esto parte del reconocimiento de que todos somos seres humanos dignos.

“Todos tenemos derecho a ser tratados con respeto. Cuando decidí ser yo mismo, comencé a defender mis valores y principios. Creo que los derechos comienzan con el respeto a todo ser humano”, opina Rafael.

También aprendió a valorarse a sí mismo: “me di cuenta que no vale la pena dejarse llevar por lo que cierto estatus social te puede ofrecer. Por andar detrás de un mundo lleno de estereotipos, había dejado de ser yo mismo, y al hacerlo perdemos valiosas oportunidades de crecimiento personal. Aprendí que cuando proyectamos cosas buenas, recibimos de vuelta cosas positivas”.

Ahora Rafael se siente feliz por su reencuentro personal, incluso hasta volvió a tener el cabello largo de antes: “Disfruto de esta etapa de libertad y autorreconocimiento. Si todos partimos del respeto mutuo, aprenderemos a convivir en plena armonía”, puntualiza.

Abraham Puche / Comunicación Asangel