Cada uno de nosotros sabemos lo que somos, aunque la apariencia física diga lo contrario. Así le sucedió a Yoyo, quien pasó de ser una persona acomplejada a estar totalmente orgullosa de su identidad de género y orientación sexual.

En aquellos tiempos cuando el Internet no era de acceso público, las relaciones interpersonales se limitaban a un entorno reducido, más aún en territorios rurales donde el paternalismo era la norma. En un ambiente así nació Yoyo, quien desde pequeño mantuvo en silencio su mayor secreto.

Nació en el corregimiento Tigreras, una zona campesina al sur del departamento de La Guajira, el 14 de diciembre de 1966. Sus padres le pusieron por nombre Amarilis, puesto que había nacido con el sexo femenino, siendo la novena de 13 hermanos. Cuando era muy infante, un tío le regaló un pollito y Amarilis, que apenas aprendía a hablar, le decía “yoyo” a la avecilla, y desde entonces su familia le llamó cariñosamente “Yoyo” y así es conocido por todos hasta el sol de hoy.

Yoyo se crió en una familia muy humilde, sus padres eran campesinos, analfabetos, de costumbres muy conservadoras y rígidos. Yoyo estudió hasta quinto grado de primaria, cuando tuvo que encargarse de una tienda que había en su casa, ya que sus hermanos mayores ya se habían emancipado y los menores todavía eran muy niños. Y así transcurrió toda su pubertad, juventud y buena parte de su adultez: atendiendo el negocio familiar sin salir de su casa, siendo el último de la familia en sentarse a la mesa a comer y hasta para tomar un baño. Tanto fue el conservadurismo en su hogar que Yoyo, a los 22 años de edad, todavía creía que los niños nacían debajo del brazo, tal como le decía su madre Ana Lorenza Argüelles.

En medio de ese estricto ambiente familiar, Yoyo sabía que era muy diferente a los demás: sabía que le gustaban las niñas, incluso se identificaba a sí mismo como hombre, pero esa parte de su identidad no la podía revelar ante nadie. Desde siempre Yoyo manifestó una personalidad muy masculina: cargaba los sacos de verduras de la tienda, su voz era muy gruesa y hasta caminaba como cualquier hombre de Tigreras. Por supuesto que los rumores sobre Yoyo corrían por el pueblo, algunos lo apodaron “King Kong”, otros se preguntaban al verlo pasar: “¿esa cosa es hombre o mujer?”, incluso varias jóvenes le decían palabras hirientes y lo amenazaban con acusarle con sus padres.

“Todas esas palabras hirientes, todas esas burlas por mi personalidad tosca, todos esos señalamientos a mis espaldas, afectaron mucho mi autoestima y siempre andaba cabizbajo porque no me podía defender, así que acepté sin replicar todo lo que hablaban de mí”, recuerda Yoyo con mucho pesar.

Su estreno consigo mismo y con el amor

Yoyo sufría de ciclos de menstruación muy irregulares, por lo que su padre lo envió con un médico ginecólogo que vivía en Barranquilla. De esta manera, a los 19 años de edad, Yoyo por primera vez salía de su natal Tigreras a conocer el mundo totalmente solo.

Yoyo acudió al ginecólogo con la compañía de una tía que vivía en Barranquilla. Luego de practicarse varios exámenes endocrinólogos, el médico le hizo una pregunta que lo dejó desconcertado: “¿A usted le gustan las mujeres?”. Yoyo lo negó tajantemente, ya que no podía revelar su secreto delante de su tía, pero el médico insistió en su evidente personalidad masculina y sus menstruaciones irregulares, concluyendo que esto se debía a sus elevados niveles de testosterona. Le colocó un tratamiento paliativo, nada más.

Durante este viaje a Barranquilla, Yoyo conoció a Zoraida Narváez, una mujer mayor con hijos y nietos que era vecina de sus primos, de hecho, son parientes políticos lejanos. “Al principio, Zoraida y yo tuvimos una amistad, pero luego se transformó en una decidida relación amorosa. Los rumores no tardaron en llegar a su familia en Tigreras y sus hermanos confirmaron lo que sospechaban desde siempre: a Yoyo le gustaban las mujeres.

En 1994, Yoyo se llevó a su casa a Zoraida como su pareja. “Fue el momento en que tuve que confesar mi identidad y orientación a mi madre… ¡las piernas me temblaban! Pero contrario a lo que me imaginé, mi madre solo me dijo que sabía lo que le iba a decir. Mi padre, que había sufrido una trombosis unos años antes, lo aceptó todo y hasta quiso mucho a Zoraida hasta el último día de su vida. Antes le temía mucho a mi madre, hoy mi madre vive con mi pareja y yo en nuestra casa, como una familia unida”. Hoy en día, Yoyo tiene su propio emprendimiento: una microempresa de alquiler de lavadoras y atiende a sus vecinos en el barrio Nazareth de Riohacha.

¿Qué representa Zoraida en su vida?

“Ella me transformó, me hizo ganar autoestima y me enseñó a valorarme a mí mismo. Zoraida me conoció tal cómo era: cohibido, retraído, siempre con la mirada al suelo, pero ella una vez me enseñó un cuaderno en blanco y me dijo que representaba mi vida y era yo quien tenía que escribir mi propia historia, no otras personas por mí.”

¿Qué les diría a todas las personas que no aceptan su identidad de género y orientación sexual?

“Yo las invito a luchar por alcanzar sus sueños. No se dejen llevar por el miedo porque pueden perder muchas oportunidades. Vivir encerrados no les da nada, al contrario, los animo a liberarse, a ser valientes y escribir sus propias historias de vida. Recuerden que Dios nos ama a todos y nos merecemos respeto. Perdonar, levantar la mirada, siempre en alto y caminar al frente, es lo que invito a hacer de ahora en adelante”.

Abraham Puche / Comunicación Asangel