Desde muy niño mostró su sensibilidad por las artes y también descubrió su homosexualidad. Pese a haber sufrido pruebas de vida muy duras, ha superado los obstáculos y hoy enseña el arte a niños y jóvenes de Riohacha en el marco de la cultura de paz.

Aldemaro Romero es un joven migrante venezolano de 25 años, nacido en Coro (estado Falcón) y desde los cuatro años ya demostraba sus inclinaciones por la danza. Su madre era profesora de Biología, mientras que su padre, que también se llamaba Aldemaro, era profesor de Matemáticas, además de cantante y compositor, así que estuvo muy ligado al mundo artístico, por esa razón inicialmente no quería que su hijo fuese bailarín, ya que temía que esa profesión “convirtiera” a su hijo en gay, pero en vista de su gran talento, le dio su apoyo. Fue así como dividía sus estudios de danzas en sendas academias en Coro y Caracas. 

Pese a la resistencia inicial de su padre, Aldemaro ya tenía su destino marcado: “Desde los seis años yo sabía que me gustaban los niños. Me escondía en el baño de mi casa y actuaba como mujer frente al espejo. Yo lo hacía a escondidas porque, que yo sepa, yo soy el único homosexual de mi familia. Tengo dos hermanas, así que por ser yo el único varón tenía la presión familiar de ser el ‘hombre de la casa’. Yo era muy introvertido y me acostumbré a los señalamientos y las burlas por mi manera de ser”, relata Aldemaro.

Vivir de las apariencias no fue nada fácil para Aldemaro, hasta que cumplió la mayoría de edad y tuvo el valor de confesar a su padre sobre su orientación sexual, quien le respondió con un batazo por el pecho y lo botó de la casa en Caracas. El mundo se le vino encima a Aldemaro, pero recibió el apoyo de un grupo de artistas que hacían arte callejero, fue entonces que Aldemaro bailaba o interpretaba como estatua viviente en los semáforos de la capital venezolana para subsistir. Audicionó en varias academias de baile y formó parte de los bailarines de Tito El Bambino en su show del Miss Venezuela 2013.

Su aventura por Colombia

En el año 2015 su padre enfermó y Aldemaro lo cuidó hasta su lecho de muerte. Este episodio lo marcó emocionalmente y en 2016 decidió probar nuevas oportunidades en Colombia junto con unos compañeros. Su meta inicial era establecerse en Bogotá, pero al llegar a Maicao (La Guajira) ellos lo abandonaron luego de una discusión y Abelardo volvió a quedar en la calle, bailando en los semáforos nuevamente, incluso llegó a trabajar con una empresa pesquera en la Alta Guajira, hasta que logró reunir dinero y viajó a Riohacha.

“En Riohacha conocí buenos amigos del mundo artístico que me tendieron la mano y me acogieron. Luego empecé a vender pan y agua en los semáforos, logré reunir dinero para comprarme un bafle (altavoz o corneta), lo ponía a sonar y a bailar en las calles, que es lo que más me gusta”, recuerda Aldemaro.

Tras años de trabajo, ahorro y generando buenas relaciones dentro del mundo artístico, en 2019 logró conformar su propia academia de baile: Talento de Calle VSVZ, enfocado a niños y jóvenes en condición de vulnerabilidad, y está ubicada en el barrio La Esperanza de Riohacha y su cuenta en Instagram es @tcalle.vsvz. Hoy en día, esta academia cuenta con 55 alumnos en edades comprendidas entre los seis y 18 años, entre los cuales hay migrantes venezolanos, colombianos retornados, desplazados, afrodescendientes y wayuus, quienes aprenden baile clásico, urbano, danzas y teatro.

Actualmente, Talento de Calle va a desarrollar un proyecto piloto de la Alcaldía de Riohacha para enseñar a bailar a 100 niños y niñas en condición de vulnerabilidad, con el objetivo de forjarles valores, como la disciplina, el compañerismo y la responsabilidad, que les ayudará a una integración armoniosa con la sociedad.

El baile, la migración y los estereotipos

Aldemaro está consciente que la profesión de bailarín está muy estigmatizada en estas culturas machistas, así que no le ha sido nada fácil lidiar con los señalamientos de los conservadores, así como derrumbar el mito de que el baile “es de maricas”.

La respuesta de Aldemaro es directa: “Decir que los todos los hombres bailarines son gays es un estereotipo, por demás falso y que revela ignorancia, por eso hemos tenido reuniones con los padres de mis alumnos y claro que hemos hablado sobre la homosexualidad, pero todos entendemos que el baile forma parte del arte y es una profesión muy digna, de hecho, nuestras coreografías están enfocadas en la cultura de paz, la integración colombo-venezolana, la no discriminación y la solidaridad. Mis alumnos no son gays y son maravillosos, tienen una sensibilidad humana y un respeto a la dignidad humana como pocas veces he visto”.

Ser inmigrante venezolano, de recursos económicos limitados y homosexual hacen de Aldemaro el blanco de una triple discriminación: xenofobia, aporofobia y homofobia, no obstante, para él “le resbala” los señalamientos que le dicen. “Aprendí a no prestar atención a las palabras de discriminación, por el contrario, les he demostrado con mis acciones, con mi frente bien en alto, que estoy del lado correcto de la historia”.

Luego de tantas experiencias difíciles, hoy Aldemaro comienza a cosechar los frutos de su esfuerzo. ¿Qué aconseja a aquellos jóvenes que son víctimas de la homofobia?

“Yo les aconsejo a trazarse un objetivo y no desviarse de él, que no importan los sacrificios, los días de hambre y sueño, que vea n el lado positivo de las cosas y le será más llevadera la lucha. A pesar de los problemas, hay que ser empáticos y ayudar a los demás, eso da fortaleza espiritual para seguir adelante. Y como la vida es corta, nadie vive la vida de los demás, entonces hay que vivir la vida, ayudar a los demás y ser feliz. Por último, le digo a los migrantes que vean a las aves, que cambian de plumaje mientras vuelan, así debemos ser nosotros: cambiar nuestras viejas y caducadas opiniones para poder vivir en otras tierras”.

Abraham Puche / Comunicación Asangel