Milexi del Valle Piña Álvarez, oriunda de Cabimas, estado de Zulia en Venezuela, vino a Colombia, sin su esposo y sus hijos, a probar suerte. “Una prima me alojó, trabajé tres meses vendiendo café en las calles de Riohacha, La Guajira, y como en mi país éramos comerciantes, teníamos una tienda de víveres y una boutique, así que decidí traer alguna de esa mercancía, ropa y perfumes, para vender acá. Con el dinero recolectado, regresé a Venezuela por mi esposo y mis hijos para migrar todos definitivamente hacia Colombia”, relata.

Cuando Milexi retorna a Riohacha, ya tenía ahorrada una cifra módica, también, de lo que sería el primer mes de arriendo para ella y su familia, pues su prima no podía recibirla nuevamente con los demás integrantes por temor a un desalojo. En esta segunda llegada, en los tres primeros días de su regreso no encontraban un lugar, por lo que tuvieron que dormir ese tiempo en la calle hasta que, rodando por el mercado, encontraron una casa donde se pagaba la renta a diario. De allí, por fin consiguieron un lugar que se adaptaba a su bolsillo y en el que aún continúan viviendo.

Milexi Piña desde antes de migrar le apasiona el trabajo social

Milexi retoma entonces las ventas de café en las mañanas y tarde; esta vez era su esposo el que desde las 4:30 a.m. se levantaba a preparar y a alistar dos termos repletos de tinto. Recorrer las calles no era fácil cuando hacía que coincidir con varios tipos de personas, unas amables y otras un tanto difíciles.

Un día, a través de una amiga venezolana, supo de la Asociación Salto Ángel y empezó un trabajo voluntario con esta, que después la llevaría a ser líder de una comunidad y a conocer la metodología Grupos de Ahorro Local (GAL), impulsada por USAID.

“Cuando escuché la palabra ahorro, conecté de inmediato con querer participar. En Venezuela tuve créditos que me ayudaron a tener mi casa propia, carro y los negocios que tenía. Vi una puerta abierta en los GAL, una alternativa para lograr una mejor calidad de vida y tener una cuenta de ahorros con una entidad formal que me diera una vida crediticia en Colombia. Al arrancar con la metodología, todo me gustó más por los aprendizajes que en la misma se obtiene, como por ejemplo impulsar nuestro propio emprendimiento”, asegura Milexi.

Al arrancar con el GAL, se puso como meta montar una tienda, pero dado el presupuesto que ello implica no lo ha logrado aún; sin embargo, adquirió un refrigerador usado y en buen estado, que necesitaba para la comercialización de hielo a la que ahora se dedica, ya que el cubetero con el que lo fabrica no cuenta con espacio suficiente para almacenarlo y las ventas se vienen haciendo al por mayor; en otras palabras, si el cubetero está libre es posible la fabricación de más hielo y el refrigerador se encarga de almacenar y conservar lo producido.   

Adicionalmente, gracias al acceso que brinda la metodología GAL al servicio de MOVii, ahora a Milexi se le facilita el manejo de una aplicación de transacciones con la que venía previamente trabajando recargas, retiros y transferencias. Desde Movii recarga esa otra aplicación con la que ella recibe un porcentaje de comisión por transacción. Asimismo, viene ayudando a que otras personas puedan retirar el ingreso solidario vía MOVii, tal cual lo hacen almacenes de cadena, pero donde ella recibe ese pequeño margen de ganancia.

Al mirar hacia atrás, Milexi dice: “la verdad fueron momentos duros y difíciles, pero como toda guerrera aprendí a superar los obstáculos y ahorita la meta es ahorrar para comprar nuestro propio lote y empezar a construir nuestra casa”. En medio de los retos, sus tres años como migrante en Colombia han sido satisfactorios y una de las cosas que más le apasiona es su rol de lideresa para la comunidad venezolana a través de la Asociación Salto Ángel en donde la retribución, además de ayudar, es ver a sus compatriotas sonreír.